Por Mision Verdad 

Más allá de la abierta apología que realizan los

 

medios de comunicación privados con respecto al bachaqueo, existe una realidad concreta imposible de eludir: las empresas privadas organizan y financian ejércitos de bachaqueros.

 

Desde que se incautaron 2 mil 500 toneladas de alimentos acaparados en los depósitos de Practimercados DíaDía en La Yaguara, el 3 de febrero del presente año, quedó en evidencia el modus operandi bajo el cual la empresa privada, nacional o extranjera, grande y mediana, se inscribe en tácticas de desestabilización económica contra la Revolución Bolivariana.

Ya un mes antes el presidente Nicolás Maduro había denunciado que cuatro grandes cadenas de importación y comercialización de distintos rubros prioritarios para la población estaban incurriendo en prácticas cartelizadas de acaparamiento.

Pero en dichas inspecciones no sólo quedó demostrada la política sistemática de acaparamiento por parte de la empresa privada, sino también cómo empleados y trabajadores de la mencionada organización fungen como bachaqueros, recibiendo pacas de alimentos de la canasta básica y artículos de higiene personal para su reventa especulativa al mayor y al detal a otros bachaqueros, familiares, amigos y vecinos.

Y esto sucede por una razón bastante lógica: un comerciante que tomó la decisión política de acaparar no arriesgará sus ganancias bajo ningún concepto. Por ende, ir vaciando paulatinamente los depósitos y galpones, "beneficiando" a su gran familia de empleados con mercancías de distinto tipo, es un mecanismo útil tanto para agudizar las colas como para mantener siempre al alza su contabilidad interna. El comerciante gana (política y económicamente), los empleados ganan, el bachaqueo gana y todos piden que por María Santísima y el Hijo que parió el Banco Central de Venezuela publique con urgencia las cifras de desabastecimiento, inflación, escasez, etc.

En el mes de marzo, compradores compulsivos y bachaqueros primerizos se mostraron bastante molestos porque después de que los empleados dicen que "no hay" productos y que es mejor irse a hacer cola para otro lado, se les ve sacando paquetes de Harina Pan, jabones y champú cuando termina su jornada laboral.

Incluso la Comisión de Asuntos Laborales de Conindustria reafirmó este modus operandi el pasado mes de junio, expresando que empleados de distintas empresas comerciales, importadoras y distribuidoras, transnacionales y nacionales, piden adelantos de prestaciones y beneficios laborales para comprar mercancías para revender o adquieren directamente dichos productos a un precio altamente competitivo.

A lo interno de las empresas transnacionales y nacionales, supuestamente promotoras del éxito y el progreso individual, la realidad laboral no es como la pintan en los medios de comunicación privados. Por ejemplo, la Procter and Gamble no respeta ni las más mínimas disposiciones transitorias de la Ley Orgánica del Trabajo, manteniendo salarios bajos y extensión ilegal de la jornada laboral.

Kimberly Clark, Nestlé, Colgate-Palmolive, Pasta Sindoni y Empresas Polaraplican la misma política subsalarial.

Ejército de bachaqueros es una versión ampliada del empresariado venezolano

Pero realmente esta situación importa poco cuando a cambio de mantener salarios bajos y reivindicaciones elementales atrasadas, se le vende al empleado bultos de papel tualé en el caso de Kimberly Clark para que salga a venderlo al precio que mejor le parezca, o bultos de pasta en el caso de la Empresa Sindoni, o cajas de pasta dental y jabones, leche, harina, mayonesa y cuanto producto importado sirva para bachaquear. Nada más entre Kimberly Clark, Pastas Sindoni y Colgate-Palmolive suman alrededor de 3 mil empleados cotidianamente seducidos por las mieles con aroma y sabor a petróleo que ofrece el bachaqueo. 

A los empleados que conforman esta primera línea del ejército de bachaqueros de la empresa privada poco les interesan las reivindicaciones o bonificaciones de un contrato colectivo en la mayoría de los casos vapuleado por los propietarios. Ahora se les vende bultos y pacas de cualquier producto para que revendan al mayor y al detal y así redondean el sueldo: el novedosísimo formato de progreso individual independiente.

La empresa privada consigue bajo este mecanismo quemar en tiempo récord los inventarios con el propósito de despistar denuncias sobre acaparamiento, preservar sus ganancias, agudizar el desabastecimiento programado en comercios y abastos, mantener a los empleados contentos y activos dentro del plan político de la guerra económica, reducir costos laborales y decirle al Gobierno Bolivariano que las deudas con proveedores internacionales o casa matriz afectará la producción nacional.

Porque al final de cuentas, este ejército de bachaqueros es simplemente una consecuencia, cuando mucho una versión ampliada, del modelo empresarial venezolano. Acusar y despotricar del soldado sin pegarle primero a los propietarios es bastante ingenuo, pues el parasitaje tiene cien años amasando riquezas haciendo exactamente lo mismo que tanto se le critica al bachaquero: comprar barato para luego (re)vender carísimo.

Hoy este principio forma parte de un nuevo paquete educativo (neo)empresarial, ya puesto en práctica en medio de la guerra económica, dirigido a transformar ideológicamente a estos soldados en mendocitas, cisneritos y escotetcitos, que desde la servidumbre más cruda defiendan sus gavetas y escaparates llenos de papel tualé como una propuesta efectiva para el desarrollo económico de Venezuela.

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