Por: Carlos Alfredo de León Cifuentes

Por lo repetitivo de los

golpes en los años de 1950, algunos miembros del ejército golpista plantaron ante la puerta principal del edificio un cañón, que aunque no de poderoso calibre, sí le causó severos daños a la población a los alrededores y dentro las instalaciones del edificio de la Tipografía Nacional y que en su tercer nivel se encuentra la Radio TGW “La Voz de Guatemala” se tomó también la radio para expandir su dominio y represión que se escucha en toda la nación.

De todas las historias reales de la época aquí les comparto ésta que es digna de ser contada.

MENUDITA MUJER

Al verla emerger de las gradas que conducen al segundo piso del edificio que ocupó la TGW, nadie habría pensado, que aquella mujer menuda cuya altura no llegaba a los 1.60 cms. era un personaje que en lo intelectual superaba la estatura física de muchos hombres y mujeres que destacaron en la radio guatemalteca.

Desde sus inicios que se remontan al año 30 del pasado siglo, la TGW surge gracias al ingenio de un hombre extraordinario como lo fue Julio Caballeros Paz, que si bien es cierto no inventó la radio, sí construyó el primer transmisor cuyas ondas etéreas captaron los escasos radioreceptores que existieron en la Guatemala, país que se convierte en su lado norte en la puerta verde de entrada a la América de Centro, para emitir cultura, ya que desde época prehispánica -aún en la actualidad las culturas mayanses sorprenden aún a la comunidad científica del Orbe- ha sido un territorio en el que se desarrollaron gigantescas culturas indianas. Fue natural entonces que esa primera emisora, se convirtiera en principalísimo emisor de cultural y, como le correspondía, fue el arte auditivo el que emitió en su transmisión inaugural, que fue el derrotero que caracterizó sus transmisiones ordinarias en las primeras décadas-

Fue gracias a la radio que las academias de Bell Canto que existieron en los primeros años del siglo 20, tuvieron un escenario etéreo para deleite de los guatemalenses de esa época. Entre esas voces privilegiadas ocupó lugar importante la de la soprano Ernestina Porras Velásquez que sorprendió –poniendo en apuros al operador de la emisora- con sus extraordinarios y potentes agudos al momento de interpretar arias operáticas que exigían mucho a la voz femenina.

Aunque la radio como ente emisor de cultura no tiene relación alguna con eventos políticos, este fenómeno se dio en el País de la Eterna Primavera como se motejó a Guatemala pues, como emisora pública fue y continúa siendo, vocero del Estado, de manera que al darse un golpe de Estado o derrocamiento del presidente constitucional en turno, quienes usurpaban el poder estatal, se preocupaban por tomar a la TGW para desde ella, emitir comunicados que daban cuenta de lo acontecido al pueblo guatemalteco que se agolpaba frente al radioreceptor. Fueron varias las ocasiones que para ello,  hacían acto de presencia elementos castrenses que la tomaban por la fuerza de las armas, como ocurrió en los años 40 del pasado siglo. Las autoridades de la TGW, avisadas del golpe de Estado dado por militares, ordenaron cerrar la maciza puerta de madera de la Tipografía Nacional, en cuyo tercer piso se encuentran sus instalaciones para evitar su ingreso. Fue por ello que miembros del ejército golpista plantaron ante la puerta principal del edificio un cañón, que aunque no de poderoso calibre, sí le causó severos daños y sus instalaciones fueron tomadas.

Nuestra soprano Ernestina -a quien se le llamó Tina, por la contracción de su nombre- buscando la seguridad de la calle para refugiarse en su casa de habitación, se encontraba a escasos metros de la puerta y, aunque no alcanzó a escuchar la orden de ¡fuego! sí escuchó el estruendo y el golpe de la bala disparada que aunque no la destruyó, sí le provocó severos daños y lo peor, poco después la Tina comprendió que aunque no había perdido totalmente la audición, sí la dañó perdiéndose así a la intérprete del Bell Canto que privilegiados tuvieron la dicha de escuchar en programas en “vivo” y los menos, en grabaciones de discos de acetato, reconocidos como “matrices”.

Duro golpe para la artista que cual ballerina con severos daños en sus extremidades inferiores, no volvería a utilizar el tutú para salir a escena en donde cual libélula de nervioso vuelo, mostraría al público el arte de Terpsícores  cual la musa del canto coral.  Pese a ello, Ernestina Porras Velásquez, mujer cimera, encontró un nuevo cauce para el arte que había anidado en su pecho, y lo dirigió a las letras.

-Fijate vos; me dijo un día alzando la voz –su sordera parcial la obligaba a ello- que como ya no podía cantar porque desafinaba y me descuadraba, y entonces era la época dorada de las radionovelas, se me ocurrió que podría adaptar para la radio las obras de conocidos literatos, y primero me dediqué a autores guatemaltecos.

Fue de esa cuenta que el público guatemalense escuchó series como la novela histórica “El Caballo Rojo”, a la que se agregaron varias novelas de la misma índole de literato José Milla y Vidaurre, destacadísimo escritor guatemalteco de finales del siglo 19.

Llegó a un punto de su carrera, en que nos dijo con la mirada perdida como si viese dentro de sí, que no podría imaginar qué altura habría alcanzado de no haber ocurrido el mal habido cañonazo porque con los años la voz se pierde en cambio, el talento para escribir, muere con una; dijo enfáticamente. Y, efectivamente eso fue lo que le ocurrió, pues con la pérdida parcial de audición, poco a poco, como muere la tarde, la cantante murió para nacer en ella la escritora y guionista de radio.

-¡Ay vos, parecés gato por curioso! me dijo en una ocasión. Tuvo ella que haber visto muchas preguntas en nuestros ojos, pues agregó: -Ya había adaptado varias novelas para la radio, cuando me enteré de que con motivo de los festejos del centenario del escritor venezolano Rómulo Gallegos, se convocó a un concurso a nivel hispanoamericano que elegiría la mejor adaptación para radio de su extraordinaria novela “Doña Bárbara”.

-En pocos días “devoré” la novela, haciendo anotaciones en los márgenes del libro y las propias en mi máquina de escribir. -¿Eso te llevó mucho tiempo, vos “Tinaja”? pregunté a lo que sonriendo respondió que no, porque le gustaba leer pero, sin embargo, continuó diciendo -estudié la personalidad del personaje central -doña Bárbara- de Marisela, la hija que prácticamente abandonó a su suerte, de Lorenzo Barquero su también abandonado esposo víctima del alcoholismo y claro, de Santos Luzardo el apuesto y estudiado hombre del que se enamora, que convertido en tutor de su hija y de quien doña Bárbara sospecha que se ha enamorado ahonda el conflicto entre ambas mujeres. ¡Un dramón vos! exclamó entusiasmada. Luego con ojos brillantes por el entusiasmo agrego: -¿Y qué te parece? ¡Gané el concurso para Guatemala!

Después de ese diálogo que interrumpió con uno de sus acostumbrados escapes, se retiró quien sabe a dónde, dejándonos con muchas preguntas sin formular pero bueno, así era, así fue la gran Ernestina Porras Velásquez, una de las más –si no es que la más- destacada de las escritoras para radio que vieron la luz primera en Guatemala.

Todo el elenco de actores, sonidista y la autora Ernestina Porras Velásquez , merecieron el premio mundial ONDAS de España en 1976, por la radionovela La mejor semilla, Radio Nacional de Guatemala, ahora conocida como Radio TGW “La Voz de Guatemala”.

Continuará…

 

Ilustración 1Foto cortesía: www.skyscrapercity.com