Por Nelson de Jesús Mayén Barrientos

El viernes 7 de 

 

octubre en vista de estar a punto de vencerse la estadía en el país que nos ha cobijado, había que cruzar la frontera y volver a regresar, algo que hacemos con regularidad por lo menos cada noventa días.

Evaluamos al menos tres posibilidades, tomando en cuenta la situación económica en que nos encontramos y debido a la multa de mil quinientos córdobas que estaba pendiente de cancelarse.

Se visitó el consulado de Costa Rica, para investigar los requerimientos para visita de turistas salvadoreños, y nos brindaron los requisitos, algo que parecía realmente la mejor alternativa, tomando en cuenta que la frontera está apenas a 147 kilómetros de Managua.

Salimos a eso de las siete de la noche, pues nos ha llegado la mala costumbre de viajar por la noche, algo que no hacíamos mientras vivía Delmy con nosotros.

A las nueve de la noche llegamos a la ciudad de Rivas, en donde decidimos pasar la noche; cenamos a nuestro estilo, y luego nos dispusimos a dormir en nuestro improvisado "motorhome".

El día sábado continuamos nuestro viaje hasta Peñas Blancas, llegando a las cuatro y media de la madrugada; y nos dimos cuenta que dicha frontera la abren hasta las seis de la mañana y la cierran a las diez de la noche.

Eso nos pareció muy extraño, pues en todas las fronteras que hemos cruzado, se trabaja las 24 horas del día, pero, bueno, en este momento conocíamos algo nuevo.

El sábado a las seis de la mañana nos dispusimos a cruzar la frontera, y por el lado de Nicaragua todo salió bien, aún cuando el vehículo fue llevado al escaner, y para colmo nos mandan a revisión, porque apareció la luz amarilla; todo se debió a la hielera (termo) en donde transportábamos nuestra reserva de comida para tres días.

Luego de terminados los trámites, nos dispusimos a cruzar la frontera, y tal como nos habían informado en el consulado de Costa Rica con anterioridad, decía un mensaje que "Todos los trámites migratorios son completamente gratis", y así fue a la entrada; luego nos dirigimos a la Aduana, en donde se hicieron los trámites de importación temporal del vehículo, en donde nos pidieron anexar la hoja de seguro, por lo que nos dirigimos a comprar dicho seguro, que según serían doce dólares, al igual que Nicaragua, y según se nos había informado en el consulado.

Nuestra sorpresa fue que teníamos que pagar un seguro para tres meses, con un costo de USD$40.00 por lo que tomamos la decisión de no adentrarnos en territorio costarricense, aún cuando ya se habían iniciado los trámites; y para continuar amolando la situación, había que pagar impuesto de salida de ocho dólares por cada uno.

Esta situación fue realmente decepcionante, en primer lugar porque no nos pudieron informar en el consulado de todos estos requisitos para ingresar y salir de Costa Rica, algo que nos hace creer que todos los consulados de los países son incompetentes a la hora de atender a sus usuarios (esto incluye hasta con un peso mayor al consulado de El Salvador en Nicaragua).

Al final tuvimos la oportunidad de convivir por unas horas con todos los migrantes que desde hace mucho están varados en la frontera, y pudimos vivir su experiencia en carne propia de forma literal.

Y luego de unas horas pudimos abandonar el estado de Costa Rica, y regresar a nuestra nueva patria, llamada Nicaragua, sintiendo una sensación de retorno al paraíso, luego de vivir por unas horas el infierno que todos esos migrantes, incluyendo niños, están viviendo al otro lado de la frontera.

No hablaremos de lo que nos tocó vivir, pero creo que es oportuno retocar algunas consideraciones:

1.- ¿Sirve de algo el Parlamento Centroamericano?

2.- ¿Es ético, moral y legal lo que hace Costa Rica para con los nicaraguenses que ingresan a su territorio?

3.- ¿Cómo lograr que los consulados no sean tan incompetentes?

4.- ¿ES un delito ser migrante?

5.- ¿Porqué los países que provocan las migraciones masivas, lo siguen haciendo de forma descarada, y todavía se venden a sí mismos como los grandes defensores de la democracia?

6.- ¿Cuándo terminará el infierno para los migrantes varados en la frontera, principalmente los niños?

7.- ¿Debemos seguir manteniendo elefantes blancos, como el SICA, el Parlacen y otros organismos centroamericanos inoperantes?

8.- ¿Dejarán los ticos un día de considerarse algo asì como que fueran los EStados Unidos de Centroamérica ó La Zuisa de Centroamérica?

9.- ¿Qué papel juegan en esto las organizaciones como la ONU, la OEA, el Parlacen, la CELAC y otros organismos internacionales?

Sin duda alguna, hemos perdido la sensibilidad ante las situaciones que viven otros seres humanos, que con tal de que no seamos nosotros, lo pasamos desapercibido, como si nada ocurriera.

Para terminar, debo reconocer que ingresar nuevamente a Nicaragua, fue como retornar al paraíso y más al visitar un pedacito de paraíso llamado San Juan del Sur; sin que esto haya desviado la atención del infierno de donde regresamos.

Es mi deseo que haya una salida para esos migrantes, pues lo mismo le sucede a los migrantes salvadoreños en su travesía hacia los Estados Unidos, al pasar por México, algo que nos debe hacer reflexionar, y preguntarnos, si se está haciendo lo suficiente para que nuestra gente no tenga que buscar en otros países lo que le niega su patria.

Que Dios bendiga a todos los pueblos del mundo, y que podamos entender y volver a comprender que todos somos seres humanos.

 

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