Por Carlos Borgna 

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La tierra sigue siendo el factor que desencadena las mayores tragedias. Por ella se masacraron indios, se los redujo a la servidumbre, se invadieron países, se liquidaron pueblos enteros. Se reprimieron trabajadores, se asesinaron dirigentes sindicales, sociales y políticos.


La Patagonia fue y sigue siendo un lugar donde la propiedad de la tierra continúa vertebrándose como eje de dominación y por consecuencia, de conflicto.

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Se ha vivido allí un proceso donde distintos tipos de personajes extranjeros compraron propiedades y terrenos manejando a su antojo cursos de agua, recursos naturales diversos, límites, caminos.


Sólo un tema tan importante como este amerita que un Jefe de Gabinete de un Ministro/a de la Nación viaje a un lugar a un par de miles de kilómetros, para estar al frente de operativos de una fuerza de seguridad contra un grupo no mayor de 10 a 12 personas cortando una ruta, contándose en algunos momentos a sólo siete manifestantes en esa tarea.


Hoy como ayer la Sociedad Rural del lugar y los dueños de las tierras convocan a sus políticos y sus fuerzas armadas a que los defiendan. A que expulsen a los que protestan. Allí germinan servicios de inteligencia de todo tipo siguiendo personas, interfiriendo teléfonos, chequeando domicilios, movimientos.


Las actividades de un supuesto o real grupo minúsculo de origen mapuche es la construcción del enemigo interno, que pretende justificar lo injustificable. La razón verdadera es la que describimos antes.


Toda vez que la tierra convocó a estos actores alguien pagó con su vida, la osadía de la protesta. Esta no será la excepción.

Hay que centrar el debate. La Historia argentina está poblada de estas situaciones. Sólo es cuestión de recorrerla para terminar de entender el origen del problema y de sus responsables.