Por Nechi Dorado  

Una nueva detención y varias preguntas.

Hoy detuvieron a Amado Boudou, quien –extrañamente si nos basamos en militancia previa- fuera el vicepresidente del gobierno de la doctora Cristina Fernández de Kirchner. Y puntualizo en la extrañez por tratarse de un hombre con raigambre en la UCD, inserto sorpresivamente en la víscera de un gobierno progresista, autoproclamado “nacional y popular”.


Si es culpable de todo lo que se le acusa es una medida ejemplar y aleccionadora, pero algo me hace ruidito y pregunto:

• ¿Realmente sus delitos están todos comprobados?
• ¿Hubo juicio previo?
• O será una detención caprichosa basada en la consideración de alguien, con lo que vuelvo a preguntarme:
¿Estaremos presenciando la ejecución del Estado de Derecho? Si es así estamos en un gravísimo problema ya que quedaría demostrado que la “justicia” argentina hace agua, hundiéndose indefectiblemente.


De todos modos queda abierto un precedente, esta medida también podría implementarse contra gente de la oposición, ya que demostrarían que no solo va preso quien merece sino también quién parece. Y este capricho podría alcanzar también a miembros del actual gobierno, presidente y familiares incluidos, ya que sabemos que no es honorable bajo ningún punto de vista.
Pero bueno… en momentos de apogeo de los ajustes, tarifazos, aniquilación de los derechos de los trabajadores, hoy la realidad que vivimos quedó tapada, adormecida por esta detención, al menos desde los grandes medios que tienen tema para rato.

Lo que se omite es que lo encarcelan por orden el mismo juez que tiene dormida la causa por los responsables políticos de los crímenes de Darío y Maxi, detalle no menor.


Lo preocupante es que se tome a un pueblo de boludo y queda como última pregunta: ¿Qué se festeja hoy, la detención de un corrupto o el tiro de gracia al Estado de Derecho, pilar fundamental para el sostenimiento de la llamada “democracia” que cada vez entiendo menos en qué momento dejó de ser, semánticamente, “gobierno del pueblo”.


Creo que la mayoría de los argentinos estamos siendo terriblemente bastardeados, con plena aceptación de nosotros mismos. La “alegría” desplazó al razonamiento básico al que tendríamos que apelar como para que la historia no nos caiga encima, entre gallos y madrugadas, como parece ser que se está pergeñando.

Ojalá que el árbol no nos impida ver el bosque, o dicho de otro modo, que no seamos tan ingenuos como para agarrarnos de “cualquier alegría” que nos pongan por delante en intento brutal por tapar una realidad escabrosa como la que irá llegando con el correr de los días, anunciada por el presidente Macri hace muy poco.

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