Por Pedro Carvajal Rojas
El humano, al ser lúcida su mente,
en sus ratos de ocio se puso a cavilar,
piensa y busca hasta llegar a encontrar
a su existencia, explicación lógica y coherente
Analizó todo; en detalle y a conciencia.
Al sol magnificó por sus efectos,
y lo volvió el ser de sus afectos,
Cuando aún no contaba con la ciencia.
Al unísono en el mundo al dios Sol veneró.
Y cuenta la cosmogonía que,
En el Perú lo llamaron Inti,
En Colombia le denominaron Sua,
Y en Sogamuxi ubicó su templo.
Tonatiuh en Mexico se llamó
Y en la ciudad de los dioses, Teotihuacán.
Debido culto se le rindió.
Tsohanoai era el dios del Sol,
en Norte América para los Indios Navajo.
Amón Ra lo llamaron los egipcios,
Apolo los romanos,
Helios los griegos,
y Thor los nórdicos.
Al hijo del gran Ra
Horus, dios sol se le llamó.
Fueron estos algunos de los venerados astros,
de los llamados Dioses cosmológicos.
Con el tiempo; se justificó lo sorprendente
y del huracán, el relámpago y la lluvia,
emergieron los meteorológicos.
Años después arribaron las imágenes,
tótems y los ídolos de barro u oro,
los que con el paso de los años
fueron gradualmente remplazados,
por admiradas especies animales,
destacándose culebras, aves y lagartos,
así como los elefantes y las vacas.
En la medida que los hombres caminaban,
en búsqueda de caza y de abrigo,
a nuevos dioses adoraban.
Aprendiendo a manejar la agricultura,
se aposentó en diversos sitios con holgura,
y determinó que reflejara su cultura
en nuevos dioses sorprendentes y fantásticos
como aquellos recordados mitológicos,
Apolo, Zeus, Odín y tantos otros,
incluidos los americanos Viracocha y Bachué;
con leyendas que todo lo explicaban,
Y evitaban al humano investigar,
Al tener la respuesta a su ignorancia formulada.
Posteriormente el rey de Macedonia,
el gran guerrero Alejandro El Grande,
en un solo Estado, aglutinó a toda Europa,
y parte de África y allí se puso en evidencia,
las contradicciones de los pueblos dominados,
griegos, romanos, nórdicos y egipcios
en cuanto a sus venerados dioses refería.
Era evidente que estos diversos dioses
a sus ciudadanos mucho se les parecía.
Tenía cada uno de los dioses,
expresiones similares ellas,
en su hablar, comportamiento y traje.
de los congéneres de donde provenía.
Por lo que los líderes pensantes,
para subsanar tal aberrante situación,
llegaron a unificar las explicaciones,
a los fenómenos admirados en la tierra,
con razones universales y aceptables,
que alimentaran la fe y las creencias.
Ello dio origen a nuevas doctrinas,
aun mucho más sofisticadas,
y ellas muy bien reguladas.
Sócrates y Platón Expusieron a la gente,
la teoría del alma, basada en moldes de vida
y su consiguiente eternidad.
Era que ellos no sabían, ni tampoco comprendían,
la generacional transmisión de los genes,
ni lo concerniente al ADN.
Sin embargo hoy día es el pilar religioso,
donde para obtener, la salvación de esta “alma”,
que “nace”, no solo atribulada; sino también condenada,
sirve de gran filón, a los que promocionan la oración.
De caciques y Chamanes, hechiceros y profetas
“avanzamos” a sacerdotes, apóstoles y pastores
que con inmensa emoción, conducen estos rebaños,
generando mansedumbre e ilusa satisfacción.
Donde el gobernante de turno,
pasa feliz y contento, al verlos allí postrados
pidiéndole a lo imposible, se le dé la solución
a los males que le aqueja, por mala administración.
Entre tanto el vividor que se inició como brujo
y hoy puede ser cardenal, ya se encuentra autorizado
y con título otorgado a nombre de la nación,
es teólogo profesional, para engañar a la masa
convertida en inmenso rebaño,
que sirve para el disfrute, de quien hace de pastor.
y que a la vez le permite,
acudir donde su sastre y vestir con elegancia,
aprovechando la lana que la oveja proporciona,
Igualmente bien nutrido está el avivato,
cuando a la mesa le lleva, por pasar de mentecato.
A cumplir las reglas y pagar el diezmo.
Pedro Carvajal Rojas
Por: Nohora Páez
{jcomments off} Por: Nohora M. Paez S.
{jcomments off} Por Nohora M. Paez S.
Por: Nohora Páez
Por Rodrigo Bernardo Ortega
{jcomments off} Por Leonardo Herrrmann
Por Leonardo Herrmann
{jcomments off} Por Jorge Rendón Vásquez